En la teoría especial de la relatividad (1905), Einstein enunció
que el intervalo de tiempo medido por un reloj depende de su estado
de movimiento. Los relojes de dos sistemas de referencia que se
muevan de manera diferente registrarán lapsos de tiempo distintos
entre los mismos acontecimientos. Este efecto es conocido como
“dilatación” del tiempo. La dilatación del tiempo se hace realmente
notable cuando el movimiento relativo de los sistemas de referencia
en los que viajan los relojes implica velocidades cercanas a la
velocidad de la luz (300.000 km/seg), de ahí que en la vida
corriente no la percibamos directamente. A la velocidad de un
avión, por ejemplo, la dilatación del tiempo se sitúa en el orden
del “nanosegundo” (la milmillonésima fracción de un segundo), una
cantidad muy pequeña para nosotros que, no obstante, ha llegado a
ser registrada por relojes atómicos extremadamente precisos,
confirmando así el enunciado de Einstein.